En la Selección china de tenis de mesa es más difícil tener un romance que ganar una medalla olímpica. El sistema deportivo estatal, controlado con mano firme por Pekín, prohíbe que los jóvenes atletas “se involucren en historias de amor antes de los 24 años” y castiga a los infractores con sanciones que pueden terminar con sus carreras de un día para el otro.El campeón mundial indiscutido de tenis de mesa tenía casi todo, excepto una novia, hasta que el gobierno comunista lo autorizó. Desde la semana pasada Wang Hao, de 26 años, puede oficializar su relación con su ex compañera de equipo, Peng Luyang, tres años menor.“Es normal que tengan un romance a esa edad”, explicó el entrenador del campeón, Huang Biao.“Ambos ya son grandes”, avaló el supervisor de ella, Qiao Yunping. Considerado ahora lo suficientemente maduro para “no perder la concentración y rendir al máximo”, Wang podrá disfrutar de la libertad que no tuvo hace seis años, cuando mantuvo una relación amorosa con la jugadora de la Selección Nacional femenina Fan Ying, de 17 años, que fue expulsada del equipo luego de que su novio se fracturara un dedo durante un partido.
La medida fue justificada en nombre de “los intereses de la Selección Nacional y el desarrollo del deporte en China”. La prensa publicó en ese momento que Wang logró evitar el castigo porque su ranking mundial era mucho más alto que el de su compañera.Episodios de ese tipo ocurren con frecuencia en la República Popular, que cumplirá sesenta años el 1 de octubre. El control estricto de la vida personal es una práctica común en el rígido sistema deportivo de China, que recluta jóvenes promisorios en todo el país para convertirlos en aspirantes a medallas olímpicas. Los atletas son entrenados desde niños y supervisados para que “honren la patria” en el campo de juego. A cambio, el Estado les provee comida gratis, ropa y alojamiento.
Ante el riguroso ojo de sus entrenadores, los astros deportivos deben cumplir con las reglas no escritas y mantenerse lejos del flirteo y los noviazgos. Huang Biao, máxima autoridad nacional del pingpong –la disciplina deportiva más valorada de China–, reconoció que “existen ciertas normas” para evitar que los sentimientos interfieran en el desempeño de los jugadores.
La severidad alcanza incluso a los jugadores que tienen como pasatiempo navegar por internet. Según el régimen comunista, es un “problema ideológico” que expresa “egoísmo” y “no es compatible” con la vida de un atleta chino. Aunque el régimen es especialmente restrictivo para los deportistas, un criterio similar se aplica de modo en otras actividades formativas controladas por el Estado. Los estudiantes también sufren las reglas no escritas de un sistema ultracompetitivo, que restringe las “distracciones” hasta que terminen la universidad.
A fines de agosto, los parlamentarios de Heilongjiang –una de las provincias de Manchuria– establecieron un reglamento para profundizar “la protección de los menores”, equivalente a lo que ocurre en las academias estatales deportivas. Al igual que en el pingpong, los lineamientos del sistema educativo invitan a “los padres y tutores a criticar, educar, impedir y corregir los enamoramientos prematuros para evitar las distracciones”.
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